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Toroide: cuatro poemas de Ana María Acuña Valverde

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Que no guiara mis acciones la mecanicidad del metal, que no llegara el sueño en la hora del alba, cuando las temperaturas bajan a las mazmorras del tiempo. que no me llevaran los espejismos como las olas alejan de la playa al que sólo busca descansar. En este estado de las cosas, son sólo segundos los que marcan y deciden si el pulso aún latirá, por dónde correrá sangre, si debe ser derramada o conservada. En instantes, bifurcaciones.









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Óntico: de lo que hace vía en el cuerpo,

en la edad de un hombre, el tiempo que transcurre por la tierra,

aquello que se repite sin más motivo que sí mismo.


1. El río que horada mi costado, el llanto que brota de las masas. 2. La ira oculta en la agonía. 3. El caballo que colapsa en la vía. 4. La embriaguez.


El río mana su cauce.









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Dudo de mi propia palabra, veo mi decir como un balbuceo que me enreda más entre se desarrolla. ¿O es que no queda nada, que lo intacto es solo un espejismo y hasta los recursos más infinito se acaban?


Y volver y retomar. Y retronar. Una y otra vez. Que lo que se desintegró nunca está destruido, en realidad nunca nada se daña, en realidad nunca nada ocurre. y vuelvo para corroborar que en realidad nunca nada pasa. No, nunca nada se mueve. Aunque han cambiado la cara de los eventos, el aburrimiento vive indemne. Y aunque diga que podría pagar a lo que me quitara de este estado y me hundiera aunque tuviera que atravesar la muerte, en otro infierno, lo cierto es que yo no voy a esas fiestas, lo cierto es que esas fiestas siempre me huyen. Lo cierto es que soy un cobarde y que no quiero dormirme antes de llegar. Que siempre llegamos en sueños, solo en sueños a estos lugares.









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La carretera me conduce, no sé a dónde exactamente me lleva, a veces me arrea a noches frías y peligrosas, me ofrece al riesgo en sus manos toscas, al más crudo abandono, me acerca a la muerte. Pero yo sigo su designio, donde el camino se abra yo continúo, si está roto o casi inexistente como el desierto, no importa, yo sigo: a la caza de espejismos.


La hierba se seca, el pavimento se doblega.








Ana María Acuña Valverde. (Cochabamba, 1991). Estudiante de psicología, aficionada al psicoanálisis, a la pintura, a la cultura, a la música, a la filosofía, a la artesanía. Ha publicado la plaquette "Toroide (Heroina Editores 2019).













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