Cosmogonía de las parafilias (o de superpoderes a parafilias): Cuento de Lola Ancira
La especie humana no siempre ha sido tan tediosa. Hasta hace algunas décadas tenían lo que muchos, hasta ahora, sólo han logrado imaginar: superpoderes o habilidades sobrenaturales. Estos superpoderes estaban clasificados en diferentes categorías, entre las que se encontraban las cualidades mentales, la percepción extrasensorial, el dominio corporal o mental y los poderes físicos o de creación quimérica.
Sin embargo, no todos eran los que contaban con estos progresos genéticos. Tras un necesario y minucioso estudio, se logró crear un informe detallado de las propiedades que presentaban las personas con estos rasgos diferentes a los del ser humano común, sin saber que posteriormente sería de mucha utilidad, pues fue el fundamento para crear una asociación que estructuraba los resultados de ciertas desviaciones sexuales con estas extrañas capacidades.
La nebulosa problemática de los superpoderes fue más allá de usarlos o no para actos beneficiosos, nimios o incluso perniciosos, pues ahora había tal número de prácticas sexuales alternas que la población se vio seriamente reducida, ya fuera por muertes súbitas, asesinatos en segundo y tercer grado o por una considerable disminución en la tasa de natalidad, pues los superpoderes derivaron en parafilias que alteraron por completo el comportamiento sexual habitual de los seres humanos.
El clímax de esta controversia llegó con la lucha entre los conservadores y los modernistas, pues ambos grupos tenían razones fundamentadas y documentadas para defender sus posturas y los ataques físicos y violentos, tan propios del comportamiento humano y su esencia volátil, no se hicieron esperar.
Por supuesto que en esta encarnizada problemática no tuvieron más que ver los portadores de los superpoderes que quienes se excitaban con ellos, por lo que no hubo en sí un solo tipo de culpables, y resultaba una tarea ardua y difícil dividir a la población con superpoderes de la población común.
Fue entonces cuando el segundo gran acontecimiento se produjo: la propia evolución humana, para evitar el fin de la humanidad, a través de la genética que usa al cuerpo humano como mecanismo de artificio para sobrevivir, se vio forzada a erradicar estos superpoderes que ninguna otra raza animal poseía, para poder asegurar la conservación de la especie.
En pocos meses los superpoderes se fueron erradicando, hasta que desparecieron por completo; pero las parafilias quedaron establecidas en algún extraño archivo hereditario que continúa su sucesión hasta nuestros días, configurándose según las aportaciones y descubrimientos de la ciencia moderna, causando más catástrofes (para unos) y venturas (para otros) sexuales.
He aquí un compendio de algunos de los superpoderes que han desaparecido y las parafilias que se derivaron de estos, según su popularidad.
A través del mimetismo animal se creó la zoofilia: la apariencia más elemental de un ser vivo fue tomado entonces como representación de una identidad sexual primitiva, creando así lazos con la naturaleza mucho más directos e innatos. En cierto sentido, nació una filia que permitía regresar a los orígenes.
Las personas que tenían el superpoder de la duplicación física dieron origen a la ipsofilia, pues comenzaron a duplicarse únicamente para tener como parejas sentimentales y/o sexuales a sí mismos.
La invisibilidad fue la que generó más parafilias y es precisamente el superpoder que más seres humanos anhelan actualmente. Entre ellas se encontró la hipnofilia o excitación por las personas que duermen; la gimnofilia o nudomanía, que es la excitación por la desnudez (propia, en este caso); el dogging, o placer sexual al ver a una pareja durante el coito; el candaulismo o la exhibición de la pareja sexual por cualquier recurso; y la alopeia, donde la excitación y el orgasmo sólo se logran al ver a otras personas tener relaciones sexuales. Gracias a los diversos avances tecnológicos, estas parafilias se fueron modificando, hasta poder ser consumadas a través de la pantalla del ordenador, el teléfono celular o el televisor.
Con el grito sónico empezó la agrexofilia, que otorga excitación sexual a aquellos que son escuchados por terceros al tener relaciones sexuales.
De la invulnerabilidad o fuerza super-humana se originó el masoquismo, donde las víctimas de maltratos y humillaciones (sean estas innecesarias, injustas, obligatorias o merecidas) reciben placer a través de su castigo y solicitan más, o realizan actos reprobables para seguir obteniendo la dura corrección.
De los sentidos sobrehumanos nació la audiolagnia, donde la excitación y el orgasmo son, en cierta forma, lingüísticos, y el incentivo sexual principal se obtiene a través de la percepción auditiva.
La fuerza sobrehumana dio paso a la astenolagnia, que es una fijación por la docilidad, sumisión, humillación y flaqueza sexual del otro individuo.
Gracias a la manipulación de electricidad se produjo la electrofilia, donde sólo se llega a la excitación a través de choques eléctricos.
La animación de objetos causó el fetichismo y uno de sus derivados: la altocalcifilia. El primero, al dimanar de este superpoder la fijación sexual con objetos materiales, entretanto que el segundo se enfoca en zapatos de tacón alto, por lo que la interpretación de tal fetiche queda más que clara.
La Oscuridad o manipulación de sombras engendró a la ligofilia, que define a aquellos que gustan de encontrarse en lugares funestos y oscuros, no necesariamente con un fin sexual, aunque se pueda deducir lo contrario fácilmente, pues podría ser usada como «procedimiento» romántico.
La inmortalidad, por otro lado, dio paso a la necrofilia, pues vivir por tiempo indeterminado inevitablemente conlleva el sufrimiento por la pérdida de los seres amados. Esta práctica comenzó a llevarse a cabo en aquellos amantes fieles e incondicionales que mantenían esa postura afectuosa aún después de la muerte de sus parejas, pues no podían concebir el hecho de realizar tan íntimo acto con alguna otra persona sólo por el hecho de que su consorte había perdido —y no se veía próximo(a) a encontrar— la vida.
La asfixia y el estrangulamiento, sin llegar a la muerte, dieron forma a la asfixiofilia, que otorga placer sexual al estrangular a otra persona… o a sí mismo.
La visión de rayos X vio nacer a la ossumfilia, donde el placer erótico nace a través de la visión de la osamenta de cualquier individuo, sin hacer diferencia en el género o la especie.
Por supuesto, este no es un estudio terminante de todas las parafilias que se originaron a causa de los superpoderes, pero si un breve compendio para introducirnos en tan peculiar tema. La lista continúa y es probable que nunca termine, pues a pesar de que los supepoderes han llegado a su fin, el imaginario colectivo sigue creando parafilias que incluso van más allá de nuestra comprensión.
En casos ficticios más conocidos y actuales, Superman no se puso las bragas por fuera accidentalmente, sino porque es un ser fetichista y exhibicionista; la razón de que Batman no mate a sus víctimas es porque en realidad disfruta de la asfixiofilia; el Joker debería llamarse S&M Joker y la novia de Bestia padece de hirsutofilia.
Extraido de "Tusitala de óbitos"
Pictographia Editorial
2013
Lola Ancira (Querétaro, 1987) es escritora y editora. Ha publicado ensayos, cuentos y reseñas literarias en diversos medios electrónicos e impresos. Es autora de Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013) y El vals de los monstruos (FETA, 2018). Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Su obra ha sido antologada en Lados B (Nitro/Press, 2018) y Ruta 80 (Selector, 2019). Fue seleccionada por la FIL Guadalajara 2019 como uno de los ocho talentos mexicanos para su programa literario ¡Al ruedo!