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Una tradición que se derrumba : a propósito de Edén #1631 de Patricia Requiz Castro

Entendemos la ausencia a partir de la necesidad rabiosa con la que confeccionamos nuestros fantasmas. Estamos básicamente diseñados en los tejidos de esas heridas que llevan un nombre, un rostro y una situación irremediable. Miramos de forma susceptible esa versión de lo que un día fuimos y fueron los que tuvimos más cerca.


Gran parte de la forma en la que entendemos el mundo, es, a partir, de lo que hemos vivido con los nuestros, con los que están más cerca. La familia es determinante, porque nos desenvolvemos desde ese fuero. Nos entendemos. Nos fracturamos y a veces, o mejor dicho todo el tiempo; nos sentenciamos en ellos.


La familia; esa especie de sentencia que cimienta el concepto de lo social. Nos crea un horizonte de comprensión y a la vez una deuda implícita que con el tiempo se va acumulando hasta llegar a ser el paradigma de proyección de los nuevos tiempos. Superar al padre es a la vez emprender la batalla contra la tradición, para embarcarse a lo innovador. A la superación del código normativo de severidad, para desarrollar la visceral anatomía de lo liberal.


Toda esa situación podría formular el problema eterno de lo social. El enfrentamiento entre la tradición y la innovación. Cómo se vinculan y se desvinculan a la vez. Y en una potencia aún más radical qué secreto sostengo para convivir con mi tradición y “superarla” desde mi Yo presente. La convivencia en la familia es como una construcción a escala miniatura del fenómeno social general. En toda familia existe la foto de postal pero de fondo o en las periferias también algo se va pudriendo y se niega a salir en la foto. La postal se alimenta de la ausencia de lo que se va pudriendo en la oscuridad. Por eso, es determinante, para absorbernos, en el laberinto de lo familiar; nunca dejar de pensar que hay un secreto voraz en el fondo.


Edén# 1631 es un cuento que nos lleva de a poco a las periferias de esos retratos de familia. Arrancamos en la foto de postal de la esperanzadora llagada a un nuevo hogar, para ir caminando a la quiebra total del concepto de familia. Parece que como lectores nos situamos en el surgimiento de algo al inicio del relato. Pero, a la vez, esta novedad, termina siendo el escenario que pudre las cosas, que pudre al padre, personaje que se vuelve en el esquema del sueño, del delirio, de lo mágico.


Mientras iba leyendo recordé que alguien afirmó que toda buena historia conduce al menos a dos textos paralelos. Uno el que se va desarrollando en la superficie de la narración. Y, otro oculto; en el que se van urdiendo otras cosas. En la medida en la que la voz narradora nos está hilando en el relato progresivo de la desintegración familiar. A la vez nos va planteando un segundo conflicto, latente, el de nuestra tradición frente a lo que queremos cambiar, re-hacer.


El cuento nos desarrolla en la lectura a través de la subversiva interpretación de una narradora, que no sólo se estanca en el quejido de ver a su padre hundirse en un infantil y absurdo ritual de escritura. O a su madre en una total pasividad, esperando que un milagro salve a su hogar. Al contrario no hay lamento, sino existe un intento de resguardarse, de cuidar pero este cuidado no pasa por un impulso egoísta, sino por el compromiso que le causa su hermano menor. Es decir el compromiso por el cuidado del otro que necesita ser cuidado, a pesar de, que los que deberían cuidar de ella, han perdido el compromiso y la voluntad por hacerlo.


En ese sentido la narradora mira la decadencia de sus padres y podría transcribirse en la lectura, de una tradición que se derrumba y que no me atiende o no me responde en cuanto al conflicto de mi relación de Yo con el mundo. Y el re-hacer, podría entenderse como un intento por sacudir la posición anterior. La voz narradora nos interna a cosas más profundas que simplemente un conflicto de ruptura familiar de clase media. Nos da el testimonio casi desesperado de la falta de atención y del otro que se interna en sí mismo hasta básicamente desaparecer.


Recuerdo a la rápida la película; La increíble historia del hombre menguante. Película que recupera Paul Auster advirtiéndonos que se trata de una genialidad poco conocida. En lo que tiene total certeza. El protagonista por una exposición a material radiactivo comienza a reducir de tamaño hasta básicamente desaparecer. Al final, queda solamente su voz, ya que al parecer, ha llegado a reducirse tanto, que se ha convertido en una partícula flotando en el espacio. De alguna forma Edén#1631 de a poco nos interna a esa reducción, el problema es que no se reducen solamente individuos, sino el concepto de familia, o sea el mundo. La narradora lucha contra esa reducción se niega a desaparecer y ser simplemente un monologo de consciencia con la determinación de decir que ha sobrevivido.


Edén# 1631 no es un diario, a pesar de estar escrito en primera persona y tener una división por fechas para el desarrollo de la trama. Edén #1631 es una bitácora. En el sentido en el que la narradora no se sumerge totalmente en la intimidad, sino que mantiene una distancia prudente para reconocer y testimoniar los obstáculos del recorrido. En el diario solamente vale la urgencia de la voz. En la bitácora la escucha de lo que depara cada día. En ese sentido, no es casual el efecto poético que logra el cuento, a partir de una estrategia de descripción que se articula por efecto de acumulación de sentidos. Como una tira de pólvora que comienza a quemar todo lo que tiene por delante, hasta llegar a la explosión final.


Esta casa huele a basura acumulada en el patio, a cemento, a leche avinagrada, a sangre seca. Esta casa se siente como rodillas rasmilladas o como reprobar matemáticas. (Edén# 1631, pág. 14)




Edén #1631

Ed. Electrodependiente

2017




Patricia Requiz Castro (Cochabamba, 1989). Narradora. Dirige la revista digital y Editorial Electrodependiente. Su trabajo narrativo aparece en antologías como Las batallas del pan cuentos desde la masa, Heroínas sin coronilla (Yerbamala Cartonera 2009, 2010), Torre de ideas (Torre de papel 2012), Erótica (Plural, 2017) y Edén #1631 (Editorial Ojo de Golondrina, 2018). El 2014 publica la colección de cuentos Los lunares de Crawford (Yerba Mala Cartonera). El 2016 gana el premio nacional de cuento Adela Zamudio, otorgado por la Secretaría de Cultura de Cochabamba con su relato “Edén #1631”.



Iván Gutiérrez Moscoso (Bolivia, 1988). Estudió filosofía y letras en la universidad Católica Boliviana San Pablo. Ha sido becado en la maestría de Comunicación Corporativa con la especialidad en periodismo de la universidad Europea del Atlántico de Santander España. Ha ganado el premio nacional Noveles Escritores 2009 con la novela “Laura se ve hermosa así” siendo parte del plan de lectura escolar desde el año 2010. Ha publicado la novela “El pulpo” en la editorial Gente Común el año 2012. Ha publicado la novela “La fogata” en la editorial Plural el año 2014. Ha sido uno de los ganadores del concurso de poesía juvenil Torre de Papel el año 2012. Ha sido parte de la antología de cuentos de escritores menores a 30 años el año 2012 publicada con la editorial Correveidile. Ha fundado la revista de literatura y arte “La pierrot” el año 2007. Ha escrito la obra de teatro “Los colores de los pájaros” puesta en escena el año 2016. Escribe para “La lengua popular” del suplemento cultural La Ramona del periódico Opinión. Su primera novela está siendo adaptada al cine. Además de colaborar en diferentes revistas y fascículos culturales. Dicta la materia de escritura creativa en la Universidad Católica Boliviana San Pablo.







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