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Cuando la noche caía sobre el andén: poemas de Anahí Maya Garvizu

JAM SESSION

Mi amigo decía: “Todo lo que vive tiembla y provoca temblor”.

El domingo por la mañana frente al supermercado

la fila doblaba la esquina

para entrar a uno de los cajeros automáticos.

En la puerta del otro, un indigente dormía

ante el espasmo de los usuarios

que miraban las repugnantes heridas de sus manos.

Por cada ligero movimiento que hacía

todos sujetaban sus tarjetas de crédito.

Él sin embargo, ya había cruzado el límite,

casi adormecido babeaba en cada ronquido

hasta que levantándose de un sobresalto

sacudió el polvo en sus rodillas

y se alejó como un contrabajo balanceándose lentamente.

UN PASAJE AZAROSO

Desorientada atravesé el pasillo descalza

y me detuve a observar la noche de luna llena

en que las mujeres contaban

los dedos de las manos y los pies

de sus hijos recién nacidos

en la sala de maternidad.

Incapaz de comprender,

yo las miraba

como a una película muda

acompañando de un modo instrumental, por así decirlo.

Figuras de cautivante languidez paseaban

hacia las secciones de lepra y paludismo

granuladas por un filtro que anunciaba el desenlace.

En seguida las paredes color pastel

se crisparon en la oscuridad.

Nos inclinamos pero sentimos estar bajo el peso

de un derribo de arenisca,

e intentamos gritar cuando nuestra lengua

parecía estar pegada al paladar.

Retorné con las manos temblorosas,

enceguecida, frotándome los ojos

para reconocer el lugar

como si entrara en una habitación sombría

después de una mañana bajo el sol.

FRONTERA

Quizá eran las seis de la tarde

cuando la noche caía sobre el andén

y aún podían verse a los muros resquebrajados

como si no soportaran el calor del día,

una madre que a pesar del ardor en sus mejillas

sostenía con un brazo a su hijo

y espantaba con la mano izquierda a las abejas

sobre los vasos de refresco.

Camiones partiendo repletos de madera,

personas canjeando monedas,

personas esperando abordar,

en la maleta una fotografía.

Los que se van siempre están un poco tristes,

un poco en el pasado.

(Nunca me había encontrado tan lejos de casa

pero tan cerca de otro lugar)

Verlo todo en el recuerdo

de este cuadro que cuelga sin marco

con tan solo las primeras pinceladas

de un cuerpo, de una casa,

de un país que nunca pudo ser.

POSTAL

Un puente une al este con el oeste.

Cada mañana se abren y aseguran las puertas,

cruje la escarcha en las ventanas

la niebla cubre la punta de las construcciones,

dos aves cruzan el cielo en dirección contraria

perdiéndose entre el corte de los edificios con el horizonte

y la gente espera en las líneas de cebra. El semáforo está en rojo,

durante algunos segundos unos se cruzan con otros,

alguien mira a alguien que fortificado en sus auriculares

desvía la mirada.

Dos policías somnolientos terminan la vigilia

que impide a los suicidas lanzarse a la gravedad.

CONTRA RUTA

No tuve miedo en dejar

solo una huella accidental en el cemento.

Escapar de las conglomeraciones

de las nucas estresadas en los micros,

con todos los ángulos apuntando lejos de casa.

Escapar,

sin saber que hasta el desierto mueve sus rutas

y que entre paso y paso,

cubierto por el polvo indiferente del verano,

terminaría como un perro

que duerme a la sombra de otro.

Anahí Maya Garvizu (Chuquisaca, 1992). Ha publicado parte de su trabajo en la antología poética F/22 (Ubre Amarga Ediciones, 2011), en la revista Matérika (Costa Rica 2011), Santiago en Paz, encuentro de poesía Bolivia-Chile (2012), Tea Party II: Muestra dinámica de poesía latinoamericana (Editorial Cinosargo, La Liga de la Justicia, 2013), 90 Revoluciones (Editorial Mecánica Giratoria, 2015), en el suplemento Rayuela de Chiapas-México (2016); Ulupica, trece poetas bolivianos actuales (Editorial Libros del Cardo, 2016), Transfronterizas: 38 poetas latinoamericanas (compilación a cargo de Ediciones Punto de Partida, carrera de Literatura de la UNAM, México, 2016) y en la revista Contratiempo (Chicago, 2017).

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