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Todo está por reescribirse: tres poemas inéditos de Alan Mills

TÉCNICA LITERARIA

Los muertos escriben mejor que los vivos

pero qué se le va a hacer.

Nadie puede hacer nada contra la escritura

ejecutada por el dueño de un poder

más allá de lo terrenal —es un decir—, es decir,

un poder más terrenal que cualquier escritura

enterrada a la vista de todos.

Cada palabra es sembrada en la página

como si las teclas fueran los instrumentos

de un dios agricultor renacido en la Web.

Una vez di un taller de creación literaria

y la primera cosa que dije fue:

„para ser un buen poeta hay que estar muerto“.

Después agregué:

„el mejor marketing para un poeta es morirse,

sin embargo esto no se los recomiendo“.

Mis palabras no causaron ninguna gracia.

Mis palabras cayeron como bombas de racimo.

Los poetas en ciernes se irían esfumando de mi vista

con el correr de los días o de las semanas.

Mi taller de creación al final era un desierto

donde apenas pastaban dos alumnos sin talento

que sin embargo escribieron dos excelentes libros.

Pensé entonces en desdecirme y decir:

“nadie escribe mejor que los sobrevivientes”.

El caso es que no quise desafiar a los muertos.

LACTANCIA

He ido amamantando a mi dragón

con la leche que extraigo de la pantalla.

Meto las manos en la computadora

y ordeño los datos de mis desconocidos

favoritos.

Esta leche es una especie de luz

que no es líquida ni es blanca.

Es un alimento hasta cierto punto

invisible e intangible

pero que igual nutre muy bien al dragón.

Nadie se habría imaginado que uno

podría extraer algo bueno de las redes sociales.

Nadie daría un peso por toda esa basura

que recorre como ráfagas de angustia

las cuentas de Twitter o de Instagram.

Nadie habría pensado que los perfiles

de Facebook podrían dotar de salud

a un pequeño reptil alado y mágico:

yo nomás meto las manos a la pantalla

y le ordeño sus almas a los cientos de selfies

y luego lleno el biberón de su luz y de su sombra

(es un petróleo que no es negro ni blanco).

Por momentos me siento culpable

de despojar de su energía vital

a mis bienamados desconocidos:

pero luego veo la felicidad en el rostro

de mi dragoncito y se me pasa.

BIENVENIDOS A LA REALIDAD

Bienvenidos a la realidad,

espero que el viaje les haya sido leve.

Se sabe que volar desde un libro de ficción

ocasiona un jetlag de padre y señor mío,

así que no duden en pedirme lo que necesiten.

¿Se ha transformado ya su mirada?

A lo mejor es todavía demasiado temprano

para disfrutar de las mieles de estos pagos,

mas les aseguro que no se van a arrepentir

de haber emprendido la travesía.

Antes eran personajes ahora serán turistas.

Y yo creo que esto no es poca cosa:

ahora pueden fotografiar la realidad

como simples personas con sus teléfonos inteligentes.

¿No sé si entendemos la diferencia?

Antes sus destinos estaban escritos,

ahora sus destinos se están documentando.

La realidad es parecida a un libro de ficción,

con la diferencia de que por acá nada está escrito,

o todo está por reescribirse,

o todo está por ser subido a una plataforma on line.

Por momentos cuesta distinguir la diferencia,

e incluso hay quienes dicen que estas sutilezas

son más bien imaginarias.

Juzguen ustedes por sí mismos:

Alan Mills (Guatemala, 1979). Ha sido seleccionado como uno de los 39 mejores escritores menores de cuarenta años de América Latina, como parte del encuentro Bogotá 39, organizado por el Hay Festival. Su poesía ha sido incluida en prestigiosas antologías en lengua española de la última década (Cuerpo Plural, Puertas abiertas, entre otras) y ha sido traducida, en parte, al alemán, francés, inglés, portugués, italiano y checo. Su micro-novela Síncopes fue publicada en México y Perú (2007) y luego fue publicada en traducción al francés (2010). Su libro más reciente es Hacking Coyote (mikrotext: 2016).

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