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En el confín de lo lejano: cinco poemas inéditos de Alejandro Tarrab

VIDAS

Quiero decir me, con mi voz “débil” como es, en el confín de lo

lejano,

una radio-conferencia sobre la radio y nada más.

Escuchar mi voz “débil” como es, transformada,

electrificada por la magia de la ciencia. Escuchar escucharlos

mi voz “débil” como es, tocada por la estática.

Quiero decir quisiera con esta voz deshecha, agredida

por un autorretrato. Figura de mí, construida por mí, mil veces,

y por algunos congéneres, quiero decir malasratas.

Escucharlos replicar me: tu voz “débil” como siempre ha sido.

Sólo ahora magnificada, arrojada hacia el confín de lo lejano.

Algo sobre mí, sobre mi propio autorretrato y el fenómeno

de la ciencia y la radiofonía. Una radio-conferencia celebrada,

digamos, hacia 1925, esto es, antes o después o en el instante mismo

cargado, electrificado por punzones y mi voz y la radio y la ciencia

y el arte inaudito de la ciencia jugando marañas con mi trazo,

con mi voz “débil” como es, quiero decir, y nada más.

HUBE DE SALIR DE AQUELLAS BRUMAS (VARIACIÓN)

CUANDO DE RUSIA ME LLEVARON ALLÁ, PASANDO POR DISTINTAS CIUDADES ALEMANAS, YO NO HACÍA MÁS QUE MIRAR TODO EN SILENCIO, Y RECUERDO QUE POR NADA PREGUNTABA. FUE AQUELLO A RAÍZ DE UNOS ATAQUES PENOSÍSIMOS DE MI ENFERMEDAD, Y YO, SIEMPRE QUE EL PADECIMIENTO SE ME AGRAVABA Y SE ME REPETÍAN LOS ATAQUES VARIAS VECES SEGUIDAS, CAÍA EN UN COMPLETO ESTUPOR, PERDÍA POR ENTERO LA MEMORIA, Y AUNQUE MI RAZÓN SEGUÍA TRABAJANDO, NO LOGRABA COORDINAR LÓGICAMENTE LAS IDEAS. MÁS DE DOS O TRES NO PODÍA CONCATENAR CON ILACIÓN. ASÍ ME PARECE A MÍ. CUANDO CEDIERON LOS ATAQUES DE NUEVO REVIVÍ TAN SANO Y FUERTE COMO AHORA. RECUERDO QUE SENTÍA ENTONCES NA TRISTEZA INSOPORTABLE; HASTA ME ENTRABAN GANAS DE LLORAR; TODO ME CAUSABA ASOMBRO E INQUIETUD; HACÍA EN MÍ UN EFECTO TERRIBLE EL QUE TODO AQUELLO ERA EXTRAÑO; ASÍ LO COMPRENDÍA YO. AQUELLA EXTRAÑEZA ME MATABA. PERO HUBE DE SALIR DE AQUELLAS BRUMAS, LO RECUERDO BIEN, UNA TARDE EN BASILEA, YA ENTRADO EN SUIZA Y QUIEN ME DESPABILO FUE EL REBUZNO DE UN ASNO. AQUEL ASNO ME HIZO UNA IMPRESIÓN TERRIBLE, Y NO SÉ POR QUÉ ME FUE ENORMEMENTE SIMPÁTICO, Y AL MISMO TIEMPO, DE PRONTO, PARECIÓ HACERSE LUZ EN MI CEREBRO.

Ya entrado en territorio, provincia de Urubamba. Viajaba solo. Con el mal de altura me hacía más pequeño y saltaba las luces del manco Yupanqui. Era cerca del 16 de mil 400 o tan sólo ayer, el año anterior al que vivimos. Se trata, pues, de ataques penosísimos entre los hombres, pasando por distintas ciudades, por encima, o estados de ánimo o el mal soroche fuera nuestro espacio. Era habitual sentir la cornamenta, el ángel cargado en aquella ciudad cerca de las nubes. Señor: no me oigas. Oye más bien lo que resonará en la música. Me habían dejado y, desde entonces, guardaba silencio, por nada preguntaba, y no era la gravedad y el discernimiento, sino la falta de orientación: la bruja insoportable una tristeza. Señor: tú que habitas también en los fragmentos que quedan tras las terribles noches de los bares oscuros, en las moscas… no me oigas. Oye más bien lo que resonará en la música. Allá arriba, pasando la Basílica Angostura me encontré con unos causas que aspiraban el rebato de una flor. Uno me dijo su nombre sagrado. Señor: tú que estás en lo que queda tras lo terrible… No me oigas. Oye el zumbido de los asnos entre la bruma, el vagido rozando el brillo cintilante, el parterre, los tejados pintados por la brea y el aceite de pescado en la Tristeza. Señor… no me oigas. Escucha el nombre de mi causa, el rebato cintilante que resuena y lava los ojos.

CUANDO A LOS SETENTA Y DOS QUE JAMÁS LOS TUVE

Cuando a los setenta y dos que jamás los tuve

alcé el filo de mi vida lo que más.

A mis setenta y dos que nunca, año del nacimiento

de la rata y año del agua cuando tuve.

Setenta y dos (o casi tres) que jamás los tuve

sentí ahajado el cuerpo pero no.

Cuando estuve inicuo a la edad que jamás sería

porque ahogué las aguas del lenguaje. Ante todo

el habla sostenida y humillante cuando tuve,

y debía decir a los setenta y casi el primer suspiro,

el aliento articulado el bicéfalo ma-

Pero la savia a los setenta y casi es pura espuma

y cuando debía escribir lo que nunca había habitado,

señalado por mis coetáneos sí: No lo has, feliz hombre jug jug jug.

De pie en el juicio descalzo a los setenta y casi

que jamás los tuve, el hombre es un tamo que aparta el viento

o un nudo simple de semillas trilladas apartado, él mismo,

por un aire tibio. Da igual.

Apartaste como escorias a todos los inicuos de la tierra.

Vaga, pisa sus huellas hasta encontrar un material perdido,

una cuerda hacia otros años cuando tuve una envidia,

un nudo en el lenguaje que no era envidia, una apetencia

escandalosa a los setenta y casi que jamás los tuve.

Porque armé la escalera trabajosamente

y subí al repudiado cielo que es un tramo limpio y olvidado,

henchido por la ausencia jug jug de los rapaces, dejado atrás.

A mis setenta casi que jamás los tuve

volví a colgarme de la cresta con el cepillo ajeno.

Pude ver, entonces, el par de mares abismados hacia arriba

desde abajo y hacia abajo en el subsuelo

por todo lo de arriba de esta tierra.

E. E. C.

he pronunciado,he maldecido estos nombres en mi nombre

llevo la furia

digo lejano,pero resulta que un pariente Tras

dicen,

se sienta y pulsa junto a mí dentro de mí

es difícil,en la vieja y guarda discusión

bajo el sol desfonda a las muchachas: un trozo una astilla

otro hermano de mi padre,San o Mat,dicen

camina en los alambres,los alambres que son hilos y al menor

contacto

con la sangre abren

a ese tío lo queremos: rueda de misterio por las calles

y despierta la angustia

que cultivo junto a mí dentro de mí,es Ella,

vela Lua ella quiso matarse

en el desierto,por amor,varias veces

pero su padre y la madre de su padre ya habían muerto

en la apertura,en la línea horizontal por su partida

así braceó por la arena hasta encontrarse

yo digo lejano,pero en la condición de estirpe

el arañazo de un golpe,cuando alguno de estos nombres

San Tras,Juan vela Lua,Ella al sol,Mat al vientre la Egipciaca,

cruza el desierto y no vuelve

también en el ojo de la aguja huracán,un camello

muere a plena luz del día

LOS CAMPOS MAGNÉTICOS (EL CACTUS DONDE DEBERÍA ESTAR TU CORAZÓN)

Atacar los arpegios con arpones

El cactus donde debería estar tu corazón

tiene flores feroces y pequeñas.

Así, aunque siempre me está hostigando,

mi pasión no se deteriora.

El cactus fero donde debería estar tu corazón

tiene largos rectángulos de seda,

puyas rojas y amarillas donde estuvo

[cactus, árbol raquídeo

descargar ahora].

El cactus donde solía estar tu corazón

tiene el temblor para desollar y destrozarme.

Yo me quedo porque… estuve atascado porque

no puedo alejarme.

De Maremágnum (Stomías Boa, 2018)​

Inédito

Alejandro Tarrab (Ciudad de México, 1972). Poeta y ensayista. Actualmente cursa el doctorado en Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde también estudió la maestría. Entre otros, es autor de los siguientes libros: Litane (2006), Degenerativa (Premio nacional de literatura Gilberto Owen, 2009), Maremágnum (2016), Ensayos malogrados. Resabios sobre la muerte voluntaria (2016) y Caída del búfalo sin nombre (2018). Fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán, portugués, checo y serbio.

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