La desnudez de los animales: dos poemas de Cesar Antezana Lima
METAL
Monstruo ancestral que huyes de la forma
Que te solazas en la indeterminación de la ventisca
Detrás de nombres familiares
Y robustos bosquejos ilegibles
Te esparces como un demonio primigenio
Que anuda toda la historia de las entrañas de la montaña
Aunque parezca interminable cita de algún texto del siglo XVI
O profusa versificación de tradiciones hermetistas
Henos aquí delante de tu intuición
Sesgada por el innoble sacudir de las vertientes
Triste y atufada por el pasar de los siglos
Juegas a las escondidas detrás de un aparato sonoro desconocido por las generaciones actuales
Tiemblas de rabia junto a los postes de luz que esbozan sonrisas
truculentas
humildes y agresivas a la vez,
dependiendo de la hora, del lugar, de la presencia desconsolada de una pareja de alucinados transeúntes
Terapia tu nombre para los ditirambos que se cuelan desde las ventanas de edificios horribles que nos cercan
que en el fondo nos gustan
porque nos dan sombra y nos alertan de los anchanchos
¿Te partes de frío?
¿Te escandalizas por la desnudes de los animales?
¿Te encuentras de pronto sorprendido porque tu boca sin forma
le da sentido a la vejez de los sultanes?
Antes de cumplir los dieciocho años, ¿te iras de casa para torturar otra familia más numerosa?
Ámbar de terraplenes que nos hablan de un sinfín de
estupefacientes consumidos en una tregua
en medio de un ritual ridículo al centro de la selva
¿Te esfuerzas en vano por confundir tus eructos con los agraciados temas de las elegantes citas de los profesores?
Los escritos que te congregan te permiten tener dos brazos para trajinar la noche que pétrea te aguarda desde el ulular de los
tiempos
Antes de tu nacimiento
antes de nuestra nostalgia
esa misma que ahora inventas con esparadrapo
secular socarrón
arrogante
despilfarrador
ven conmigo a celebrar mis nudos más perversos
mi travestismo insufrible de vendajes y añelina, de clavos y metal liso
Juego a ser tú en secreto
Imito tus poses de endiablada y posesa delincuente
solo deja que tienda mi cuerpo innombre sobre tu estornudo frío
sobre tu regazo puntiagudo
sobre tu mirada perdida en el infinito de mi propia suerte de
saberte ajeno
solo deja que te arrastre conforme voy perdiendo forma
Para poder tararear una canción vieja que te profane los orificios que aún no han modelado las violencias de los amantes que alguna vez hemos compartido
Aún creo tenerte entre mis piernas
a ti, que no te conozco demasiado como para odiarte
a ti, que concienzudamente tiñes de lustre la noche inhabitable de
mis propios sonidos
ANIMAL INICIAL
En el principio, el silencio,
inconforme consigo mismo
determinado a no caer
por el hueco que presiente
detrás de las palabras que no tienen todavía nada que nombrar
En el principio las migajas del universo
que no ha sabido darse a luz todavía
devienen accidente en la garganta de un animal ancestral
pequeño
deforme
enmudecido por la oscuridad
¿Y cuándo nacimos nosotras entonces?
Entre el sereno mirar del padre y la ondulación andrógina de nuestra madre, nada tuvimos que ver nosotras con el ritual que inventaron para darnos nombres, formas y tubérculos debajo de la piel.
El silencio es un signo más del lenguaje
prediseñado por el ámbar de su boca inexistente
Nadie da forma a las palabras que no han pasado por la mueca del
silencio
nuestra mano se pudre a la intemperie
y decidimos vomitar cordeles y estrangular despacio a nuestro
padre
Su mirar sereno nos dio que pensar
¿Por qué tuvimos que hacerlo?
No encontré otra salida para poder derrocharme a besos contigo hermana mía, luz de la mañana y serafín descalzo que tejes tus rincones a mis dedos
¿No podíamos besarnos sin que él se diera cuenta, o contárselo y evitar la sangre?
¿Eres imbécil niñita de perfección incomparable? Nadie tiene el surco tan profundo como nuestra madre, y nosotras lo hemos heredado. Destilar el silencio a cuenta gotas no es lo nuestro. Aprendemos a movernos entre la turba de las estrellas. Entre la muchedumbre de nuestros deseos.
Tuvimos que dejarlo desnudo, libre de sí mismo, o lo que creía era
él mismo.
Otra falacia que inventaron después del primer amanecer
Que estuvo plagado de formas que reclamaban ser palabras
Para contar de alguna forma extraña en el espacio
Los gritos fueron los primeros enloquecidos/encerrados en el tiempo, olvidados por una fuerza primordial que nos construyó con desmemoria
con palíndromos que cifraron las dimensiones y cuajaron las penas de aquellos que no tuvieron deseos de seguir
Duerme tranquila por fin la madre que supuso en algún momento que el dar a luz era desaliñarse por nada.
Cesar Antezana o Flavia Lima (La Paz). Poeta y narrador fundador/a del espacio libertario Almatroste en la ciudad de La Paz. Ha publicado artículos en revistas y fanzines como La Zurda Siniestra, Fe y Pueblo y Rizomas, sobre diversos temas: Ha escrito Zzz… ( narrativa) y El muestrario de las pequeñas muertes, ambos de la editorial Almatroste, también ha publicado Cuerpos imperfectos en el marco del concurso de poesía Edmundo Camargo (Cochabamba Bolivia).