top of page

Formas en delirio: novela de Daniel Olcay Jeneral (Fragmento)

¿QUÉ HAY DE NUEVO VIEJO? (DIRECTOR´S CUT)

— Hola, ¿Art?

— Sí.

— Hola…hmm… No tengo mucho tiempo… hmm…

— Bueno, mira, vamos a empezar por averiguar si estás usando esta línea apropiadamente o no.

— Soy un empleado del Área 51 (Interferencia)

— Sí, está bien. ¿Fuiste un empleado o lo eres ahora?

— Soy un ex empleado…

— Ex empleado.

— …y me permitieron ir a una revisión médica hace alrededor de una semana y… y… (sollozos) he estado huyendo a través de todo el país… hmm… hmm… amigo… no sé por dónde empezar… eh… eh… Ellos… ellos van a… triangularán esta posición muy, muy pronto…

— ¡Así que no puedes perder mucho tiempo en el teléfono, entonces danos algo rápido!

— Ok…hmm… hmm… ok… lo que nosotros creemos como aliens, Art… son… son seres extra-dimensionales… antes que cualquier programa espacial precursor tomara contacto… eh… no son lo que dicen ser… eh… se han infiltrado en muchos aspectos del establishment militar particularmente en el Área 51… eh… los desastres que están próximos… (sollozos) los militares… (sollozos) lo siento… el gobierno sabe acerca de ellos y hay una gran cantidad de zonas seguras en el mundo a las que podrían comenzar a trasladar a la población ahora, Art…

— Pero no lo están haciendo… ¿Están haciendo nada?

— ¡NO LO ESTÁN HACIENDO! Quieren que los principales centros de población… (sollozos) sean aniquilados… para que los pocos sobrevivientes puedan ser controlados más fácilmente.…

(Interferencia…)

(Sollozos)

(Interferencia…)

(Transmisión perdida)

El Show de Art Bell

Coast to Coast AM

Sentado en su sofá, se encorvó de miedo, incluso llegó a orinarse en los verdes pantalones de domingo cuando escuchó aquella misteriosa transmisión en su receptor de ondas de radio. El rostro del Sr. Conejo Blanco era un caótico desierto de confusión, le era imposible encontrar una explicación a la interferencia de hace un momento, simplemente sintió que el miedo agarró sus orejas con criminal determinación.


Trató de comer algo, pero no pudo. Cada bocado lo vomitó. Cada vez que recordaba la transmisión, comenzaba a sudar frío, se mareaba, sentía que lo observaban, que jugaban con él. Su madriguera de vidrio, meticulosamente ordenada, ya no era segura. En ese momento, su cerebro le indicó que nada era seguro. Percibió desgarbadas sombras dibujadas a mano alzada acechando en los muros, susurros en lo alto y un hormigueo constante en su pata izquierda, como sangre burbujeante.


Paranoico, al borde del colapso mental, el Sr. Conejo Blanco decidió partir donde su amigo de la infancia, el Sr. Conejo Negro. Este último siempre fue un apoyo en momentos de crisis. Recordó cuando ambos salían en busca de comida, las tardes de juego, la purga, los amigos muertos, las horas sin dormir, el trabajo en equipo, los días eléctricos y las noches heladas. Hace mucho tiempo no se veían. El destino se ocupó de ellos por separado. Sin embargo, encontrarlo sería fácil, imaginó. La comunidad es pequeña, y todos los habitantes son generosos entre sí. Además, si prestaba la debida atención aún era posible percibir el curioso aroma a chocolate de sus pisadas. Se detuvo. Pensó en su amigo. Mil preguntas invadieron su cerebro ya alterado, excitado de dudas. No encontró motivo alguno para librarse de la culpa por no haberlo visitado durante todo ese largo tiempo, nunca existió algo concreto que impidiera la visita. No obstante, en aquella fracción espacio-temporal sintió una necesidad incontrolable por hallarlo a como dé lugar. Se cambió de ropa, tomó su sombrero, y salió sigilosamente a través de los laberínticos pasadizos esterilizados de la comunidad, las luces estroboscópicas y la música, que ya no distinguía si provenía de su cabeza o del exterior.


Ensayo y error, como un mantra caleidoscópico en la mente del Sr. Conejo Blanco. Siguió sus instintos, cual amigo de la muerte.


En los ojos fermentados del visitante, el Sr. Conejo Negro pudo notar como las entrañas eran consumidas por la manía, al igual que una estrella fugaz perdida sobre un cielo rojo. El dueño de madriguera, sorprendido por la visita, hizo que su viejo amigo tomara asiento rápidamente. Le ofreció una taza de té de lechuga y varias pastillas, como quetiapina, clorpromazina y haloperidol. Ya más relajado, el Sr. Conejo Blanco, pudo describir el horror vivido en casa. Mientras hablaba, dirigía su mirada a la madriguera del Sr. Conejo Negro. En su vida, nunca había visto máquinas tan extrañas. El lugar estaba muy desordenado, con cables, herramientas y objetos desmantelados por doquier. En ese momento, se fijó en el semblante del dueño de madriguera. Recién pudo notar el descuidado e inmundo estado de su camarada.


— ¿Sabías que la nariz de un demonio reconoce el caos entrópico de nuestras vísceras cada vez que sueltas un pedo? ¿Alguna vez te has preguntado por qué tu mierda apesta, por qué tu aliento es tan desagradable cuando no te lavas el hocico o por qué tu cuerpo emana ese particular olor cuando olvidas bañarte?- Preguntó el Sr. Conejo Negro una vez terminado el relato de su amigo.

— No creo en demonios… la verdad, nunca han sido motivo de preocupación- Dijo riendo de manera nerviosa.

— La preocupación nace del abusivo orden natural del universo. ¿Alguna vez has visto el esqueleto de una zanahoria?-

— (…)

— No importa, compañero. Olvídalo. Muchas webadas y cero trascendencias- Cambiando de tema, discurso y expresión facial. —Te invito a fumar un pipazo… creo tener una pipa de agua en algún lugar de esta madriguera.


Cuando el denso humo invadió el lugar, el Sr. Conejo Negro, se apresuró por hablar cerca de su amigo procurando que nadie escuchara. Mencionó conocer la respuesta a lo sucedido ante aquella misteriosa interferencia radial. El humo se disipó de momento. Un brusco ruido de interferencia ahogó la desaliñada madriguera. La pata izquierda del Sr. Conejo Blanco comenzó a temblar descontroladamente. El resto de su cuerpo se paralizó. Una oscura y profunda voz de ultratumba resonaba en el lugar. El Sr. Conejo Blanco, desesperado, cobró movimiento, y se abalanzó rabioso enterrando sus dientes en el cuello de su amigo. La sangre salpicó sobre los extraños aparatos de la madriguera. La pipa de agua se rompió musicalmente sobre una gran batería de litio que servía de alfombra.


Frente al cuerpo apagado del Sr. Conejo Negro, el Sr. Conejo Blanco, aún extasiado por el momento, se arrancaba la piel a mordidas, sus patas, las orejas, cada músculo era desgarrado con desinhibida fuerza, como si la violencia contenida en su tierno pelaje se incendiara, desencadenando el infierno hasta el límite de lo posible… hasta donde la vida se lo pudo permitir. La Guerra de los Mundos de Orson Welles aún no terminaba de transmitirse por el radio.


* * *


Finalizado el ciclo, cada madriguera es esterilizada por los científicos de turno, siendo estos lugares destinados a futuros sujetos de prueba.






Daniel Olcay Jeneral (Arica-Chile, 1990) Psicólogo. Publicó “Asfalto_” (Cinosargo, 2013; 89plus/LUMA Publications, 2014) y "Yonkion" (Cathartes Ediciones, 2017). Poemas suyos integran las antologías “Tea Party-Antología Trinacional: Chile/Perú/Bolivia” (Cinosargo-La Liga de la Justicia Ediciones,2012), “Predicar en el Desierto: Poetas Jóvenes del Norte Grande de Chile” (2013) de la Fundación Neruda y “Halo: 19 poetas chilenos nacidos en los 90” (J. C. Sáez Editor, 2014).

bottom of page