Expande tus ventosas hacia adentro: cinco poemas de Bernat Murcia
-Recorrí todos los lupanares
chinos de la ciudad
en busca de un buen poema.
Tuve mi primera visión
anacrónica
gracias a la sífilis oral.
Me llamo Raúl Bellesville
y hoy una china me ha contagiado
su marginal joie de vivre
mientras yo recitaba a Rabelais.
Las asiáticas son buenas
manipuladoras de acné
y saben acelerar el crecimiento
de la pilosidad pectoral.
Hoy una china
llena de carpas tatuadas
me ha contagiado
su vaginal raison d'etre.
Cuando maté a Meng Die Cheng,
me dio su teléfono
y quedamos a medianoche
a la salida de su burdel
de gravedad cero
y de tiempo cuántico.
Paseando por el bulevar
parecíamos el señor
y la señora Bellesville.
Mujer de cenas ligeras
y de almuerzos pantagruélicos,
Cheng solo pedía algún trago
a cambio de no ver su reloj biológico.
- Ya está bien de milongas,
Bellesville. Los pies de Cheng
eran un parterre zen
y en su espinazo atemporal
había restos verdes
de su semen
dicotiledóneo.
Más vale que empieces a cantar.
¿Qué hizo usted con Meng Die Cheng?
- Cada cosa a su tiempo, señor Mundie.
Hubo un tiempo para Ovidio,
habrá otro tiempo para el I Ching.
Jie Lu Zhang supo esperar.
Su sexo olía a humo
y sabía dar palmas para acompañar
todo el Carmina Burana.
¡Qué mujer, por Dios!
Pero ninguna como Meng Die.
Ningún Gargantúa
hubiese tragado todo mi acné
y toda mi obscena obsesión
por el siglo dieciséis.
Yaacob Becerra
ha tuneado el Libro de Isaías
para ser el primero y el postrero
de su barrio: incluso su tutor
le habla con cautela
cuneiforme, le da fuego
antropozoico
y trata de evitar
que él lo use para quemarle el coche.
“O se calla la boca
o le daré un puñetazo”.
Y a esa hora el niño abandonado
deja una estela de buitres
en los jardines colgantes
de su ciclomotor heroico.
-¿Te gustan las peleas, Yaacob?
¿Cómo te gustan las peleas?
¿Ya has inventado el mangonel?
¿Has sorteado a los pederastas
en el zigurat de la Deep web?
¿Has cruzado la Puerta de Ishtar
con cobre robado?
-Me da igual lo que digas,
madero Mundie.
-Hay quien pelea por debajo
del nivel freático
de los puñetazos
y hay quien pelea por honor.
Dime,¿ cómo peleas tú?
-Si a un amigo lo apalean
yo lo ayudo:
es el código de la calle.
-Entonces eso es honor.
Es el código de Hammurabi.
Entonces los puñetazos
son como terrazas
levantadas sobre el Éufrates.
-En el Chino veo a ancianas
con su rifle
sentadas en el balcón.
Ahí vive mi madre.
No sé si esas son tus terrazas,
inspector.
-Esas son las terrazas
de tu madre Semíramis.
No dejes que la reina
arruine sus terrazas.
-Me escaparé.
Ella no me deja
bajar al parque.
No volveré a la escuela,
ni con mi padre,
ni con mi madre.
Me quedaré en la calle
y mi madre acabará suicidándose.
Para Víctor Pérez, poeta salvaje.
Cuando las máquinas proclamaron
un prado ciberpunk
para que todas las criaturas
de las fábricas
rumiaran su resentimiento
en paz,
en verdad las máquinas programaron
el anfetamínico
trabajo a domicilio
para todas las criaturas
de las fábricas.
¿Y qué hizo el viejo de Jeremías?
Dejé que me cebaran
en la sala de máquinas
por mi miedo
a las Hermanas de la Caridad.
Cuando las alarmas maquinaron
una reducción salarial,
cifraron la propiedad
intelectual
del ciberespacio
y los obreros se unieron
y comieron hamburguesas
de rata
como metáfora
contracultural.
¿Y entonces, qué hizo Jeremías?
Me puse un mono
con mi nombre grabado
como si fuera un niño de P3
y me porté bien.
Cuando ese tal Mundie
vino a la fábrica
a exponer ese tal
Proyecto Akira
con las credenciales
de la Segunda Venida
¿Qué hizo Jeremías?
Mientras los demás circulaban
en bucle
y calculaban en bucle
el diámetro
del circo de su hambre,
yo potencié
mis poderes psíquicos
con fármacos
y transformé patológicamente
mi neocórtex.
¿Y ahora qué hará
el bueno de Jeremías?
Hoy lunes no iré a trabajar.
Forjaré una visión
providencialista
del primer día
unigénito
de mi vida.
No haré nada.
Me quedaré en casa.
Y mi venganza
de Nicea
será mi Dios.
POEMA INSPIRADO EN EL CUNNILINGUS CEFALÓPODO DE HOKUSAI
Siempre quedarán
48 modos
de exudar pus amatorio.
Hay dos flechas en el suelo:
la roja conduce a cardiología,
la azul al hospital de día.
No sé dónde irás, querida,
pero antes de que partas,
tu vientre verá las estrellas
de mar
que maceran mis mucosas
y la muerte de las esperanzas
cefalópodas
nos contagiará
una patológica sed de vida.
Disfruta nuestra caída libre
desde las estrellas precancerosas.
Un prurito desconcertante
el sábado por la mañana
en el cuarto de Mariko.
Recorrer la uretra
menguante
del cigarro poscoital.
Sabrás que no miento
cuando despiertes
con el sabor de la tinta
donde duermen
todas las aristas
de la materia.
Deja que despierten
en tu regazo de virgen
sifilítica.
El chancro
que besó tu sexo
despierta al fin
en el Japón de los videojuegos.
La libertad sexual
será una canción de karaoke.
Deja que despierten.
Nunca más úlceras
mediúmnicas
a la luz del día.
Expande tus ventosas
hacia adentro,
crea un forúnculo
ontológico
para que el siglo XXI
florezca.
Deja que despierten
las flores sifilíticas.
Florecen los siglos
en racimos
como un herpes
y permanecen latentes
en la médula de Dios.
Muere para volver a caer
con virulencia renovada.
Deja que despierten.
Húndete viralmente
en la médula de Dios
y resplandece, querida.
POEMA INSPIRADO EN LA ILUSTRACIÓN DEL SITIO DE VERANO DE OSAKA.
Me hago una idea
de lo que sucede ahí
en la montaña.
Los lagartos
son los sacerdotes
de las piedras.
Hideyoshi defendió
su castillo hasta la muerte.
Que impere el caótico
campo de batalla.
Las salamandras
defienden su nombre
desde fuentes insondables.
Que las mujeres
supliquen por sus vidas
en el sitio de verano
de Osaka.
Hiroshima
será una flor de verano
cuando el niño
que masturba las pagodas
entregue
su colección de mariposas
al epicentro explosivo
del sitio de verano.
Los bandidos
hacen acopio de kimonos
robados
y los ancianos desnudos
corren por el campo de batalla.
Los lagartos son
la memoria de las piedras
manchadas de sangre secular.
Luego muere Hideyoshi
en su lecho
temiendo por la vida
de su hijo de seis años.
¿Qué será de su imperio?
Responden los lagartos.
El sol se pone
tras las montañas
y las fuentes insondables
cantan aguardiente
de lagarto.
Cae la noche,
el banquero inglés
desayuna
una cena de fusión
en Fukushima.
Las mujeres violadas
en el campo de batalla.
La noble dama
se hace el hara kiri
antes de admitir
la entrada perezosa
de la salamandra.
Los niños a lomos
de samur
áis hundidos.
Han entrado en el agua
para evitar la sodomía.
Podrías ayudar
a preparar los futones.
El castillo del samurái
convertido
en la Torre Hitachi.
No dejes tus zapatos
en el zócalo
donde se emborrachan
los hombres de negocios.
Prepara los futones.
Duerme cuando acabe la batalla.
Bernat Murcia ( Barcelona, 1981). Se licenció en psicología y se graduó en magisterio. Ha publicado poemas en antologías y revistas, aunque las redes sociales constituyen su medio de difusión más habitual. Por lo demás, su perfil público sigue siendo tan escueto como la presente nota biográfica.