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Salí al jardín a romperte los cristales: cinco poemas de Eduardo Padilla

LA GRAN SOLTERÍA

(JUNK BONDS)

“The future… a vast,

conforming suburb of the soul.”

J.G. Ballard

Mi mujer cayó del cielo

como una accionista

arrastrada

por un colapso en la bolsa

y una cuerda

alrededor del cuello;

la cuerda va atada

a mi nombre y número

de identidad,

que es una caja fuerte

que se desploma desde mi nacimiento

hasta la fecha.

No sé por qué la caja se desploma;

no sé quién la ha lanzado

desde la cima del mercado.

Sé la combinación

pues es fácil recordar

mi posición sexual favorita

seguida de los dos ceros

que nos unen ante la ley.

Por mucho que nos queramos

vendrá el día en que la caja fuerte

termine de caer y

se estrelle contra el gentío.

Habrá peritaje.

Abrirán la caja y encontrarán

sus cartas de amor

y mis bonos basura.

Irán por mí a la oficina.

Me avergonzarán frente a los demás empleados.

Mi madre hablará mal de mí

frente al jurado.

Hablará mal de mí, queriendo ayudarme.

El fiscal de distrito

hará bromas de mal gusto

mientras escudriña las prendas

de mi mujer muerta.

El juez leerá la sentencia.

Mis amigos entrarán por la puerta doble del juzgado

y me llevarán a empujones

hacia el cumplimiento de mi condena.

Partiré del puerto hacia la isla de Santa Elena.

Llegaré a media noche.

No habrá luz pero

alguien prenderá una hoguera

al otro lado de la bahía.

Caminaré hacia el único fuego.

Por esquivar un bulto horrendo

tropezaré con otro.

Serán los huesos de Napoleón.

Ya no podré levantarme.

Daré órdenes

pero ningún ejército

me hará caso.

No habrá nada más qué hacer.

Mis ojos serán como

vagos que van

dando tumbos por el cielo,

pidiendo asilo

en cada estrella.

EROS DESTRUYÓ MI TIENDA DE ABARROTES

Descripción del agresor:

Metro y medio.

Pelo de puercoespín

con vibrador atorado en el culo

haciendo corto.

Piel roja

con zarpazos de blanco

y un morado

cosmogónico.

Ojos lechosos

como huevos de pulpo.

Cuerpo pringoso,

rico en

vitaminas y

moco blanco

pegamentoso.

Resbaladizo cual escualo

bajando por un tobogán.

Tartamudo, se decía místico.

Decía:

“Arriba el misti-

sí-sí-sí-

sismo.”

“Sismo-sismo-sismo”

decía el eco.

De Un gran accidente (2017)

EMPLEADO DEL MES

a Niko Perović

Fluye el mundo en las afueras de mi negocio.

¡He tomado notas!

Me pagan muy poco la hora.

Hay bonanza en las colinas.

He tomado fotos.

Llevado a cabo sondeos.

Hay una serie de

números rojos

que corren

con la velocidad de un demonio

atravesando el desierto saudita

en línea recta

(la Carretera 10 es pura recta).

Hay un olor a moronga

y aquelarre

en el lobby de mi negocio.

Yo digo que

el próximo gran ajedrecista

será una bacteria.

Y si voy a ganarme la vida

elijo ser la sirvienta

que desempolva la clepsidra

de un dios verdugo.

En Revista La Presa número 2, Mayo 2017

NO TE METAS CONMIGO

Le agarré el martillo a tu hermano

y salí al jardín a romperte

los cristales.

Eres una persona demasiado juiciosa.

Tu casa tiene demasiados cristales.

“Hay algo hermoso en ver a los pobres aceptar su suerte.”

¡BAM! Te rompo un vidrio.

“El hogar moderno es el que adopta las normas higiénicas del cuarto de baño.”

¡Bam! Te rompo otro.

“Tú sabrás que mi nombre es Dios cuando caiga mi venganza sobre ti.”

Bam. Me repito demasiado.

Ahora entra mi mano

por tu ventana

sin juicio que la detenga.

Meto la mano

y con el sol hago sombras

de animales

contra tus paredes blancas.

¡Tus paredes son demasiado blancas!

¿Quién eres tú

para dictar prisión?

Yo estaba ocupado

con mis insectos guerreros

cuando llegaste tú

con la podadora.

Rompiste mis juegos.

Ahora yo rompo tus tebeos.

Escucha,

si quieres descuartizar mi cadáver

no entierres los restos en el jardín.

Luego sales al baño por la noche

y no quiero que tropieces

con los cables

que van de mi cuerpo

al Infierno,

donde una retrospectiva

de mi obra

se proyecta.

EL ÁNGEL AHOGADO

Aquel ángel que amaneció ahogado en la alberca,

¿en qué anaquel

lo pusimos?

¿Y qué fue de él

o de ella

a todo esto?

Recuerdo que le buscamos el sexo

durante la autopsia

pero su cuerpo era plano

y hermético;

era una mesa

mitad palimpsesto

mitad campo magnético.

Era simétrico entonces,

sin dimorfismo.

Era un/a hermafrodita

cortado por un espejo.

(¡Era el cangrejo de Kubin! ¡Era un grotesco espejismo!)

Era cifra de marfil

o era huevo de diamante;

era esfinge de perfil

y de materia inoperante.

¡Cosa enigmosa!

Aquel aquella

-aquella objeto-

no tenía un columpio

entre las piernas;

y para meter el biberón

no había ningún agujero

en el sujeto.

Inéditos

Eduardo Padilla. (Vancouver, 1976) es autor de Wang Vector (Ornitorrinco), Zimbabwe (El Billar de Lucrecia), Minoica (escrito en colaboración con Ángel Ortuño, publicado en la editorial Bonobos), Mausoleo y áreas colindantes (La Rana), Blitz (filodecaballos), Un gran accidente (Bongo Books) y la antología Paladines de la Auto-Asfixia Erótica (Bongo Books). (México)

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