Una danza lenta donde las máscaras se quitan el pellejo: tres poemas de Edgar Soliz Guzmán
MARÍA CALLAS CONJURANDO PHILADELPHIA
“Andrew Becket: Vivo aun, aun soy vida.”
Philadelphia
(Transfusión sanguinolenta para sobrellevar el olvido. Morir la muerte en la elegía de esas máscaras que bullen la noche para echar una mirada en la rémora (neo)barrosa de la fiesta. Centuplicar el mirar y perderse en la maleza de antifaces que reproducen todas las formas del vivir y del morir en un solo instante. Rubor de caretas que despiertan en sus voces mientras la vida es un círculo vicioso que termina y vuelve a empezar incesantemente. Se mezcla la sangre con el vino y éste transparenta el sueño de ese cuerpo – mortaja que desespera. Ahora la noche es una danza lenta donde las máscaras se quitan el pellejo para airear el rostro y bailar olvidadas a la sombra. Al epílogo de la fiesta los sobrevivientes alcanzan la desmesura en la unidad roñosa que contiene cada uno de sus cuerpos. Lo que queda de Philadelphia es la embriaguez taciturna y un espacio vacío a la espera de la debilidad humana. La enfermedad queda, como el rostro pálido que pretende ocultarla y el cuerpo laxo que no puede negarla. A estas alturas rezar en Philadelphia es un acto de amor que palpita en la voz de María Callas mientras describe el cuerpo de los dolores como deseo abismal de la noche. Padecer el susurro de la opera que conjura la pasión como ese gotero del suero medicamentoso que contiene otro resabio incandescente. Sucumbir al amor en la omnipotencia de la muerte.)
TOCADOR PARA MAQUILLAR EL SARCOMA
“Algo fresco aún se mantiene en el salón”
Mario Bellatín, Salón de Belleza.
(Impulso natural para aprehender la belleza en la imagen de los olores que se multiplican de espejo a espejo. Maquillar esa agonía mientras conservamos la frescura de la carcoma que se instala en las prótesis voluptuosas que reelaboran el decir de gestos y amaneramientos. Sumergir una costra de sarcoma en agua cristalina para el lavado correspondiente, secarla y repetir el procedimiento hasta que quede limpia. Emerger y rejuvenecer antes de la desaparición y buscar el placer en la urgencia de la deformidad corporal. La frescura es la vida que se asoma en el olor mohoso del agua estancada y la turbidez de esas miradas expuestas antes de envolverlos en los sudarios. Aceptar desaparecer junto a los hongos que nos ciñen en corazas sagradas para tener el carácter respetable a pesar de la decadencia de las aguas. Somos desocupantes que llevamos a cuestas el polvo de la vida, confinados al exterminio para perecer en los espacios limpios que no dejan huella de nosotros, como si no hubiéramos existido. Por eso viajamos con la mirada atenta para vislumbrar esos brillos de muerte que suceden cada media hora y arrojarnos, estrepitosamente, junto al cuerpo que perece en la soledad que se aproxima. Moridero que se escribe hoy desde ese pasado esplendor que nos atraviesa.)
RAYON, SEÑORITA HOMBRE
“Rayon: ¡Casa llena, jota sobre tres!
Ron Woodroof: Yo esperaba más bien reinas, ¡maldito!”
Dallas Buyers Club
(Atravesar el cuerpo de extremo a extremo expulsando los cadáveres que nacen de la desidia. Envolver esa tos sanguinolenta en puñados de luz que traspasan el hueso. Regurgitar la sangre que nos traga como las ampolletas y sueros de vitaminas no tóxicas que desbordan el cuerpo. Expectorar la ceniza y adelantarse a la noche. Adorar la herida de Eva como la posibilidad fálica de un deseo consumado en el imaginario que sobrevive a la sed. ¿Qué queda de Rayon, señorita hombre, si no es la estela blanca como prolongación protésica de la muerte? ¿Dónde habita Rayon, señorita hombre, con sus medias rasgadas para ofrecernos un beso de Átropos? ¿Por qué es difícil descifrar sus cicatrices como un código para entender las abluciones de su sangre? ¿O sólo el glamour níveo de su make up intravenoso para retocar ese tinte ceniciento? Rayon, señorita hombre, ¿qué líneas blancas se forman para apostar a la supervivencia como efecto romántico de ese lazo rojo que nos ata?, ¿qué silencio devorar al inicio del desahucio, cuando todo el aire se desliza por una herida torpemente mejorada?, ¿qué poema leer en el rigor mortis que agoniza a los treinta días de la espera? Mariposa nocturna que cubres con tu halo la vergüenza seropositiva de los vivos que sufren, imperturbables. Rayon, señorita hombre, las flores están pintadas y tu esmalte color arándano – moca es lo más vivo que queda.
Edgar Soliz Guzmán (Oruro - Bolivia). Escribe poesía, cuento y crónica de tema homoerótico. Mención Concurso de Cuento Breve “Oscar Cerruto”- 2008. Premio VI Festival de Composición Poética “Pluma de Plata – Juan Huallparrimachi”- 2012. Mención XL Concurso Municipal de Literatura “Franz Tamayo”- 2013. Mención II Concurso Municipal de Poesía “Edmundo Camargo”- 2014. Mención Concurso de Cuento “Extra - Editado” de la Editorial Yerba Mala Cartonera - 2014. Mención XLII Concurso Municipal de Literatura “Franz Tamayo”- 2015. Ha publicado Diccionario Marica (2014) y Eucaristicón (2016). Rojo, pobre, cholo y maricón.